Reversiones Mistralianas

abril 29, 2019
-

Re-mirar y re-pensar a Gabriela Mistral. Esa fue la invitación que extendió la Revista La Raza Cómica a cuatro poetas jóvenes. Victoria Ramírez, Emilia Pequeño, Catherina Campillay y  Mariana Camelio eligieron un poema de la Nobel y lo reversionaron, a 130 años de su natalicio. Un homenaje de las jóvenes plumas a partir de una mirada expansiva y actual a la creación e imaginarios de la Mistral.

 

Collages: Francisca Castro y Francisca Palma.

En tierras blancas de sed [note]basado en el poema homónimo del libro «Poema de Chile»[/note]

Por Emilia Pequeño

 

en tierras blancas de sed

los chañares crecen a la medida de la emergencia

acaso un brote sobreviva al cocimiento del sol

yemas mortinatas

desollan mis ojos como pajares

como quebradas llenas de roña y aperas

incendio que permanece en los belfos partidos de sarro

el dulzor del fruto que rueda en el maicillo y se estropea

una miel que suaviza las grietas

hilillo de agua

piedad de estero

a mis pies se rinden sus espinas

de ellas entretejo una corona

de ellas bebo

reparto [note]basado en el poema «El Reparto» [/note]

Por Mariana Camelio

 

la descripción rigurosa de un cuerpo
comienza por los dedos
te vi caminando entre la gente
con los ojos en las manos
ésta es la ceguera –dijiste
y los ojos te los llevaste
a lo más bajo de la nuca
detrás de ti vi crecer la cordillera
su escarcha quebrada iluminando
estabas inmóvil
manchas negras avanzaron por tu espalda
la descripción de un cuerpo
incluye las vértebras
hermana –dijiste
–toma mis hombros
que son dos peces que flotan

 

posé mis dedos en tu espalda
conté las quemaduras
en tus costados brillaban
tajos de carbón perforaciones
el residuo mineral cae
se esparce negro por el piso
tu cuerpo entero
es pupila sin párpados
apoyo las rodillas
tus pies también sus surcos
están llenos de polvo
con ojos detrás de la cabeza
–toma también la sed –me dijiste

La remembranza [note]basado en el poema homónimo[/note]

Por Victoria Ramírez

 

Este desvarío de recuerdos
fiebre sola, me encienden
un farol adentro de la carne
la vigilia que comienzo.

 

Al elegir otro rumbo
Vuelvo a ser la hija que no sabe.
No conoce el destino de su racimo.

 

Como una isla, invento reglas,
mis muertos me toman del hombro.
Les digo: no pesa ni la sangre.
No pesan ni los nombres.

 

Estiro la memoria al sol
para echarla a perder.

sal [note]basado en el poema homónimo del libro Tala [/note]

Por Catherina Campillay

 

yo no la veo

y ella no me ve a mí      la santa de la sal

un cerro con su nombre lucía

patrona de los ciegos

sobre una bandeja lleva

par de ojos que ya no atraen

—dicen que volvieron a su lugar

después del martirio—

 

encuentra su trono

al saberse blanca

como si pudiese buscarme en el catálogo

de las cenas que terminaron mal

 

toma un lugar en la mesa

sólo puede sostenerse como criatura

con el cuidado exigido para espolvorearla

encuentra sobre mí abrigo

cubre las superficies      las palmas

venas    lo que cae y se sujeta

 

somos cómplices

el movimiento a la que la someto

cuando pasa de mano en mano

y el movimiento de mi pelo

terminan siendo iguales

 

agua arrastrada por caminos

que terminan en esta casa

            profunda y quieta

aquí encerradas dibujamos

una coreografía en el mueble

donde se acumularon los aliños

—los dejamos de usar hace tiempo—

nos vimos parecidas

en el paso ligero que sobre las dunas

nos dejaría en la puerta

 

el juego es el siguiente

reencontrarnos una y otra vez

en los ángulos de esta casa

recoger con cuidado

la sal que atrae la mala suerte

cuando cae el suelo

 

estas paredes están hechas

de lo mismo que nos tiene cautivas

y aún así

atravesamos por la puerta

ARTÍCULOS RELACIONADOS