Se hacen bastas, todo tipo de arreglos

mayo 20, 2025
-

Un vínculo de heridas se teje entre los pespuntes y cierres.
Eugenia Prado Bassi

[Fotos del mural de Juan Espejo]

Coser: unir con hilo la piel, la herida, los ropajes, piezas de tela, ajustar al cuerpo, ensanchar, amoldar. Nunca vi a ninguna mujer usar dedal, tienen las manos con artritis, el dedo índice calloso y los otros con uñas largas, algunas bien pintadas, la pantorrilla derecha más pronunciada que la izquierda, los hombros inclinados hacia el suelo, la espalda jorobada. La mayoría son fumadoras, al menos las que yo he conocido. El cenicero vibra con el andar de la máquina mientras los cigarros humean en sus bocas, algunos se consumen y quedan hechos ceniza en su forma cilíndrica dentro del mismo cenicero. Impregnan las telas, después son rociadas con algún aromatizador que amortigüe el olor a nicotina.

Digo mujeres, porque este oficio tiene y es de inclinación femenina. Imagino que se remonta a los años en que la división del trabajo se medía en relación a la fuerza bruta de quien la ejerce, división entre oficios femeninos y/o masculinos que se enseñaban en las escuelas. Las mujeres debían aprender a planchar, limpiar, bordar y coser, aunque la gran mayoría no solo sabían coser, arreglar y modificar prendas, sino que además sobre mecánica, agujas, carriles, pedales, bobinas. La máquina de coser se transforma en una continuación del cuerpo y se entabla una relación única, delicada e incluso violenta, acaso no. Cuando alguien extraño cose en ellas lo saben de inmediato: la posición del pedal, la aguja, incluso las dimensiones del hilo sobrante en la aguja después de terminar una costura. Saben que otra mano tocó ese cuerpo rígido e inerte que es de su propiedad. En las fábricas las operarias tienen una máquina designada, que es la continuación y la relación a la que me refiero.

Mi madre me enseñó a usar el ojalador. Yo solo quebré un montón de agujas sin grandes resultados. Quebrar las agujas delata no dominar la relación entre quien cose y la máquina, devela torpeza, falta de cualidades para dominar el arte y oficio de la costura. Algunos mitos afirman que no se debe coser en Semana Santa, noche de San Juan, ni ninguna noche, aunque muchas deben hacerlo, sin importar la hora ni el día.  Una costurera sabe hacer todo tipo de trucos para arreglar un vestido, un pantalón o una blusa, en ocasiones ignorando el nombre técnico. Son aprendizajes heredados.

Pienso en la posibilidad de definir a las costureras según las radios que sonaban en sus talleres. Comienzo con mi madre, Irene. Entre sus máquinas sonaba Radio Futuro. En el taller de Alejandra sonaba la ahora extinta Radio Horizonte, en el de Herminda Radio Corazón, en el taller de Patricia se escuchaba a Freddie Mercury, y en el de Nona tangos, infinitos y tristes. Cada una de estas emisoras habla de la personalidad de sus costureras, de sus gustos, sus ritmos, obsesiones y también de sus oficios.

El oficio de la costura se subdivide entre quienes dominan mejor una máquina u otra, una singer o una overlock, o los tipos de confecciones. La mezclilla, la lycra, los cierres, bastas y pinzas diferencian a una costurera de una modista, aunque en algunos casos se transforman en la misma mujer obrera de la máquina. No tengo recuerdos de la fábrica donde trabajó mi madre. En mis primeros meses de vida, me llevaba con ella bien arropada en una canasta, hasta que decidió tener su propio taller. Por mucho tiempo miré con recelo su oficio y cuando recibí mi primer sueldo me compré ropa interior, con distancia sobre los años en que cosía mis calzones y sostenes.

Mi abuela tardó años en cambiar su máquina de pedal a una eléctrica. También tenía su taller en casa, hacía las costuras y arreglos de todo el barrio. No hubo máquinas de coser en su velorio, pero sí sonaron los tangos incansables, como si hubiese sido otra noche de desvelo entre costuras. Mi hermana y yo sabemos que la única herencia de nuestra madre serán sus máquinas de coser.

Cuando leí Advertencias de uso para una máquina de coser, de Eugenia Prado Bassi, pensé en mi madre, en otras mujeres. Mercedes, la protagonista, trabaja en una fábrica y lleva siempre un cuaderno de anotaciones (las costureras siempre llevan un cuaderno de anotaciones). Allí anota pensamientos y emociones en torno al trabajo en la fábrica, el oficio de costurera, la revelación ante los hombres y los jefes, los patrones. Este libro es un manifiesto que construye en paralelo un glosario de la costura y la máquina.

Hace poco vi The girl with the needle, de Magnus Von Horn. Karoline, la protagonista, operaria de una fábrica textil, celebra el fin de la Primera Guerra Mundial junto al dueño y otras trabajadoras. Ya no deberán seguir cosiendo uniformes.

Las agujas no solo sirven para coser.

RELACIONADOS