Rae del Cerro: “Veo tantas posibilidades de finales felices que me emociono porque yo los puedo escribir”

“La luna invertida en los ojos de mi madre” es el más reciente texto publicado por la escritora, dramaturga, música y activista lésbica. Ganadora de la XII Edición del Encuentro de Dramaturgia La Rebelión de las Voces 2022 de Santiago Off, cuenta la historia de Miriam Hoyos y su encuentro con una mujer del pasado en un motel de Estación Central. En el mes del teatro, conversamos con la artista sobre las escrituras disidentes, sus procesos creativos y sus próximos lanzamientos.

Un texto dramatúrgico publicado en formato libro es otra forma de hacerlo circular; también, de aproximarse a la experiencia escénica. Se haya montado o no la obra, habilita la imaginación de la mano del texto y las indicaciones, las didascalias. Uno de estos textos es “La luna invertida en los ojos de mi madre” de la dramaturga Rae del Cerro, publicado por Editorial Oxímoron el 2024.
La historia escrita lejos de su casa y de sus gatos por una residencia artística en Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, y luego otra instancia en Brasil, cuenta la historia de Miriam Hoyos, una mujer lesbiana visible de 35 años, a lo largo de una noche, en una habitación de motel cerca del terminal de buses sur en Estación Central, Santiago. En esta habitación se produce el reencuentro con Sol Solsol, un vínculo sexo-afectivo que removerá una historia trágica que carga Miriam Hoyos desde la adolescencia.
El texto, ganador de la XII Edición de La Rebelión de las Voces 2022, de Fundación Santiago Off, se suma a la producción dramatúrgica de Rae, siempre abordando la mirada lésbica, visibilizando estas formas de amor, en textos como “Pam Berry” y “Antes de morir quiero conocer el cielo”.
Pase lo que pase, dice Rae, “nunca se me quitan las ganas de escribir y de inventar cosas”. Mismo ímpetu que recientemente quisieron darle a otras personas con el “Concurso literario Rae del Cerro”, impulsado por la Municipalidad de El Bosque. Pronto, además, está por viajar a Berlín para lanzar uno de sus textos con una editorial de fanzines, denominada “Lesbianas Concentradas”, un proyecto independiente fundado el 2024 por Alicia Luz Rodríguez y Cosima zu Knyphausen en la capital de Alemania. Allí publicará una edición bilingüe de su más reciente texto, “Ángeles”.
-Esta obra la escribiste, en parte, en una residencia. Como dices en la intro, lejos de los gatos. ¿Cuán importante para ti es eso, escribir junto a ellos?
Tengo la mayor fascinación por los gatos; me interesan mis gatos, tus gatos y lo que puedan estar haciendo en este momento. Poki me enseñó el amor por ellos y su hermana Natalia me entregó dos que encontró en Renca; Braulio Gonzalo y Abel Kemuel, hoy ya trascendidos. Necesitamos de los gatos. Una casa sin gato es una tumba. Me gusta mucho estar sola pero no soporto el silencio de una casa sin gato. Es por eso que cuando llego a un lugar pregunto por ellos y los busco. Duermo todas las noches abrazando a una gata mixta que se llama Adele Yelle, y extraño todos los días a los gatos que ya no veo y que también fueron mis hijos. Le he pertenecido a varios, y me parece que el ejercicio de adorarlos me conecta mucho con otros planos, esos donde hay fantasmas y misterios, esos planos a los que viajo también con la escritura.
Cuando escribo, los gatos no duermen y me reclaman que, por favor, me vaya a acostar. Si escribo toda la noche los gatos al otro día tienen caña y se les desordenan las siestas. Y yo vuelvo a leer lo que hice un poco mareada y me premio oliéndoles la guata, o mirándoles la carita y cantándoles sus canciones preferidas, rogándoles que, por favor, no mueran todavía porque soy de alma frágil y aunque después me penen en la casa de mi mamá. Me será siempre una herida atroz la perdida de la belleza absoluta, que es lo que encarna un gato.
Cuando fui a Barcelona a terminar el libro La luna invertida en los ojos de mi madre, estaba muy angustiada porque alguien que yo amaba se estaba muriendo y no existían los gatos. Un día, en la azotea de la Nau Ivanow -donde estuve escribiendo- porque podía fumar, divisé en un techo, muy lejos, una gata carey. Ahí salió el sol. Esa obra la terminé en mi casa con mis gatos de todas formas. Pero, coincidencia o premonición, ya había escrito que en ese barrio donde está el motel donde sucede la obra, los gatos habían decidido irse, y lo había hecho para que una tragedia pudiera ser alojada cómodamente, para que una persona que era una tragedia en sí pudiera estar ahí sin que le mostraran sus demonios.
-También refieres que según tu experiencia -yo lo parafraseo así- «el cuarto propio lésbico es con pestillo». ¿Cómo crees que ha evolucionado este escenario? ¿Hay una apertura?
Mi cuarto propio en la vida lésbica comenzó en mis sueños y fantasías, y después en una pieza con pestillo junto a otra persona donde imaginamos el universo posterior. Entonces sí, eso evolucionó hasta instalarse en las diversas comunidades que he habitado. Y fueron decisiones valientes. Primero, buscar a esa persona con quien encerrarme con pestillo, y después, por suerte, con esa misma persona, salir en busca de las comunidades a través de la música, como fue nuestro caso.
Siempre digo que hay una tendencia muy lesbiana de querer quedarse encerrada con la polola viendo la teleserie, pero también pienso que la lesbiana politizada se arrima a sus comunidades, a sus amigas, y necesita de la naturaleza, de la contemplación y la aventura.
Hoy pensaría que el cuarto propio de las lesbianas sigue siendo un espacio precarizado y de difícil acceso, y muchas veces hay que ponerle pestillo para que no te maten en la misma casa. Pero también lo veo como un espacio de celebración, donde las lesbianas festejan la vida misma y la de sus compañeras, cantando y bailando junto a sus amantes y amores, un lugar para insistir en la lucha sin olvidar el placer. Por ahí está la creación poética lésbica.
-Hablamos por Pam Berry sobre la emergencia -o quizás ausencia- de las dramaturgias lésbicas en la escena local. En el conversatorio del jueves 30 de enero vimos también a la compañera de la obra sobre Mónica Briones y a Carli Paloma -el león- como otras exponentes. ¿Cómo crees que se puede potenciar la dramaturgia lésbica? ¿Podría en su proliferación, agotarse o volverse una fórmula? ¿Cuán ojo estás con eso?
Me interesa mucho potenciar la dramaturgia de las rebeldías sexuales y de género, y su especificidad lésbica, escribiendo y haciendo canciones, principalmente. Pero también me gusta mucho conversar sobre eso, e indagar en nuestra historia que muchas veces es oral. Y como soy copuchenta, soy buena para ir haciendo preguntas a las personas que voy conociendo y me voy enterando de cahuines pasados, hitos que abrieron espacios para las lesbianas hoy, historias de rebeldía. Valoro mucho todo el trabajo y la lucha de las históricas, y me interesa en extremo, cuando son escritoras y, sobre todo dramaturgas, conocer sus procesos.
Tengo la fortuna de tener una amistad muy íntima y de amor con el León, la Carla Zúñiga, y la Amelia Bande, que escribió Chueca, la primera obra lésbica que vi. Quizás si las hubiera leído no más igual sería su fan, pero el habernos compartido en distintos periodos de nuestra vida, sobre todo en esa adolescencia lésbica tardía y media torpe, siempre me va a conmover, porque ambas relaciones fueron muy cruzadas por la escritura y también por la liberación de los sentimientos, la apreciación del cuerpo lésbico, el humor y la poesía. Y esas son cosas de las que siempre escribo.
Me parece que para potenciar la dramaturgia lésbica, lo primero es reconocerla. Tiene características de la cultura lésbica que es muy hermoso compartir. Si llega a existir una fórmula para desarrollar una historia lésbica exitosa, o ya existe, me tiene medio sin cuidado, porque hasta hace poco había tan poco, que es hasta un alivio que aparezcan cosas pencas incluso para poder decirlo. Igual a mi las cosas sin alma me dan ganas de morir, y el capitalismo y todos sus mecanismos me dan una angustia mayor. En fin, ojalá prolifere la dramaturgia lésbica en las direcciones que tenga que hacerlo, pero que al menos haya alguien bien rebelde aportando ahí para que yo no me aburra.

-En ese mismo encuentro señalaste que te gusta llevar tus propias experiencias a la colectividad mediante las obras. ¿Cómo se conjugan éstas con la coyuntura y los escenarios?
Lamentablemente, muchas de estas experiencias que son comunes a las lesbianas tienen que ver con el lesbo odio. Y aunque indaguemos en otras experiencias comunes más alegres como el amor, el deseo y la magia, me parece que es un tema que siempre va a salir.
A mi me gusta hablar de las dimensiones que componen el imaginario de las lesbianas, en este caso, y la dimensión de lo personal es tan intensa y abultada que atrapa. En esa dimensión encontramos la herida fundamental que muchas veces tiene su origen en el lesbo odio. Yo decidí hacer un ejercicio con mi herida fundamental para de alguna forma entregarla al mundo en una historia y ver como regresa. También es muy lindo pensar en un nunca más o en una reparación, pero no sé si eso es mucho pedir. Las experiencias de les oprimides llevadas a una historia tiene que aportar a la revolución y a derrocar un sistema heteropatriarcal y capitalista. Y en ese lugar nos vamos a reconocer compañeres.
Por otro lado, a mi me gusta sentir mientras escribo. Me gusta la sonoridad de las palabras que escojo y eso es probablemente más técnico. Pero lo de sentir sale de mi corazón. Siempre tengo que recordar que mi sensibilidad es hermosa y la ternura, revolucionaria, porque hoy en día es muy deprimente sentir que todo es una transacción. Y pienso, que ese sentimiento genuino de querer cambiar algo, y ese viaje de emociones que habito en el proceso de escritura de una historia, si puede ser apreciado por alguien.
-Las obras, sin duda, no cambian el mundo pero planteaste que te gusta que abran conversaciones. ¿Cómo contribuyen a eso?
Los cambios estructurales probablemente no los vea y moriré y vendrán nuevos ciclos de aberraciones y el sistema seguirá agotando a las personas, depredando y succionando la vida, y haciendo de todo una vil transacción. Entonces, de momento, solo podemos abrir y seguir abriendo esas conversaciones y ojalá pensando en mecanismos para escapar de aquello, aunque sea mínimamente. A mi me gusta hacerlo escribiendo y también generando instancias de conversación en El Juana Tres Cocos, que es otro espacio que inventamos con Poki. Me interesa que en esas conversaciones que se puedan generar aparezcan posibilidades y también, las contradicciones. Y es interesante pensar que una obsesión tan personal arme un universo que contribuya a que alguien salga de algún closet, por ejemplo.
-Las chicas hablaban en ese conversatorio del lesbianismo con final feliz. Sé que depende de cada caso, de cada historia, pero según tú, ¿es posible?
A mí me gustan los finales felices, y en esos finales también puedes terminar llorando. Es posible un final feliz para una historia lésbica en el momento en que las existencias lésbicas son reconocidas como felices. Nos quejábamos en ese entonces porque hay tanta historia que termina en la lesbiana suicidada porque su amor se decide por la heterosexualidad. Los imposibles son muy dolorosos. Lo comprendo, y el desgarro es difícil de soportar. Pero veo tantas posibilidades de finales felices, que me emociono porque yo los puedo escribir. A veces una historia terrible y de muerte hace que una madre te quiera más y eso también es un final feliz. A veces darse cuenta que el mundo es horrible y no hay escapatoria, también puede serlo. Pero claro, son decisiones muchas veces muy heteronormadas las de presentarnos como un incipiente cadáver, o seres que preferiremos en algún momento, la comodidad de una heterosexualidad obligatoria.
-Publicaste este libro con Oxímiron. ¿Cuán importante es que las obras circulen más allá de los teatros?
Es lindo poder llevarse la poética para la casa y leerla y releerla. Y si no la has visto, imaginarla de la forma en que se te plazca. A mí me cuesta mucho la creatividad escénica y mi imaginación se va para otros lados cuando escribo y cuando leo. El primer texto dramático que vi en mi vida fue La Casa de Bernarda Alba. Y pensé que era una maravilla poder escribir así los diálogos. Mi mamá me dijo que no era libro para mi edad, pero hace poco encontré el libro en su casa y yo lo había firmado con letra de guagua. Eso significa que me lo compró igual y yo solo recordé que me lo había negado. A quienes nos gustan los libros, nos interesa el objeto también. Otra cosa genial es que Oxímoron viaja un montón, entonces llega a lectores de otros territorios.
-Eres tallerista. ¿Cómo esta experiencia nutre tu trabajo?
Me gusta mucho hacer talleres. Hago talleres para las rebeldías sexuales y de género y para personas con interés en desmantelar la heteronorma en la dramaturgia. El ejercicio de la escritura es solitario, entre comillas, porque esos viajes están llenos de seres, entonces resulta interesante compartir los textos con personas en el plano de lo real. Y más allá de eso, yo tengo un power point donde voy anotando mis reflexiones y análisis en torno a las dramaturgias de las rebeldías sexuales y de género, y lo comparto siempre en los talleres. En los talleres aportamos harto a esas reflexiones, y ponemos énfasis en cómo armamos nuestros discursos. Parte importante de la escritura es mirar harto el techo y pensar y pensar e imaginar y escribir en la cabeza, entonces encuentro genial poder aportar a nuevos textos desde lo que yo sé.
-¿Cuáles son tus próximas preocupaciones poéticas/dramatúrgicas?
Estoy escribiendo una obra que se llama “Ángeles”, y que está pensada para una sola actriz. A mí me gusta mucho escribir con la estructura clásica pero ahora quise desafiar un poco esa zona de confort. Espero terminarla pronto y poder darla en un formato más económico e itinerante.
También estoy escribiendo una película sobre unas músicas lesbianas que estaré trabajando con Enciclopedia Color, paralelamente con la película Traumamix, en la que participé de varias formas pero formalmente escribiendo el guion.
Lo que quiero terminar de escribir es la obra “La historia de una lesbiana que lo único que tenía era una canción”, y ojalá se monte alguna otra cosa por ahí. Pero, claro, tengo muchas cosas que escribir y terminar, y si no logro montarlas, estarán disponibles en formato fanzine.
También, estoy preparando un podcast tipo documental sobre la historia y la cultura lésbica de Chile. Estoy recién en las entrevistas, eso sí. Además, sigo haciendo canciones con mi banda Amarres. Lo bueno, es que pase lo que pase, nunca se me quitan las ganas de escribir y de inventar cosas.