Cruzando muros y fronteras: conversación con Ana Niria Albo sobre la cuestión latina en Estados Unidos

/ por María Yaksic
y Javiera Manzi
El imaginario de la frontera se juega en las lindes de toda geografía política, económica e histórica. La frontera dibuja sus propias prácticas, sujetos y subjetividades construidas en el margen, o desde el margen, pero en tanto parte constitutiva de las huellas que deja el tránsito del capital, y sus formas específicas de acumulación, por los centros y las periferias que atraviesa. A menudo son esas mismas fronteras sociales, culturales, raciales y de género, las que nos señalan o nos interpelan para exhibir que todo lenguaje o categorías de representación traen consigo un excedente, y que ese excedente es potencialmente removedor o subversivo.
A pocas semanas de las controversiales elecciones en los Estados Unidos, conversamos con Ana Niria Albo, socióloga cubana y especialista del Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos de Casa de las Américas (La Habana, Cuba), coordinadora del Proyecto Casa Tomada (encuentro quinquenal dedicado a los jóvenes de las Américas) y, además, encargada de la sección Órbita de La Ventana[1]. El diálogo recorre algunos nudos críticos desplegados por el Programa, especialmente la historia de dichas fronteras, sus sujetos y los activismos que de allí surgen. ¿Cómo pensar la presencia cubana, caribeña y latinoamericana en Estados Unidos? ¿Cómo se concibe desde Cuba la categoría de lo latino y sus cruces nacionales e interraciales? ¿De qué modo tales derroteros afectan las construcciones identitarias y su potencialidad política? ¿En qué medida la propuesta hemisférica de Casa de las Américas reorganiza las latitudes y sus alcances políticos? ¿De qué modo, en los años sesenta, la lucha contra el racismo y la segregación social conectó al Black Power y con los jóvenes puertorriqueños en los Estados Unidos? ¿Cómo las resistencias latinas enfrentan las próximas elecciones en los Estados Unidos?
Remapear el norte y el sur
Ana nos cuenta que el Programa de estudios sobre latinos en Estados Unidos, fundado en el 2009, surge en una coyuntura específica: la reconocida latinización de los Estados Unidos en la vuelta del 2008 al 2009, el aniversario número 50 de la Casa de las Américas y el replanteamiento de los alcances territoriales de la Casa −a partir de su nombre “las Américas” − que reafirma su vocación latinoamericanista y caribeñista hacia todo el hemisferio. Sin embargo, Ana señala que dicha inquietud no fue exclusiva de la primera década del siglo XXI. En 1976, el chicano Rolando Hinojosa obtiene el Premio Casa de las Américas con su cuento Klail City y sus alrededores, y las alarmas se encienden: “se lanzaba el concurso −en aquel momento era concurso, no premio− de literatura latinoamericana −ni siquiera se hablaba de literatura caribeña−, y lo ganaba un chicano en los Estados Unidos”, cuenta Ana. “A partir de ese momento, ya las puertas empezaron a abrirse para darnos cuenta de que había una realidad que también tenía puntos conexos con Latinoamérica y El Caribe pero que no se inscribía geográficamente en las fronteras tradicionales de la región”. A fines del 70, la revista Casa recopila a un grupo de jóvenes de izquierda radicados y jóvenes independentistas puertorriqueños que residen en Estados Unidos, articulando el cruce entre literatura y política. En 1978, obtiene el premio extraordinario de nuestra juventud de América Contra viento y marea del Grupo Areito, libro que recoge los testimonios de la migración no autorizada de niños tras la revolución –los llamados Peter Pan− y lo que ocurre cuando ellos retornan a la isla. El 81 se entrega un premio póstumo a Lourdes Casal, poeta, socióloga y líder este grupo. En el 97 se convoca directamente a un Premio de Literatura Hispana en los Estados Unidos que obtiene la cubana Sonia Rivera Valdés con el libro Las historias prohibidas de Marta Veneranda. Es así como, en sintonía con la visibilización de la comunidad latina en el norte, el 2009 constituye el momento propicio para inaugurar el Programa.
Los derroteros de la migración
María: Imagino que durante la fundación del Programa también se produce una revisión histórica de la experiencia masiva de migración de cubanos en los años noventa, ¿existen vínculos con dicho contexto?
Ana: Contrario a lo que pudiera parecer, el Programa desde sus inicios estuvo focalizado en cuatro comunidades, específicamente, las cuatro predominantes a nivel demográfico dentro de los Estados Unidos: la comunidad méxico-americana −como se dice− o chicana; la comunidad puertorriqueña (es decir, empezamos por las dos que históricamente han tenido mayor población); la comunidad dominicana −que dentro de las caribeñas ha sido la de mayor crecimiento acelerado− y la comunidad cubana. Sin embargo, el programa se ha cuidado mucho de no centrarse sólo en las comunidades de cubanos, porque existen otras instituciones dentro de Cuba que lo hacen. No la ignoramos, pero tratamos siempre de analizarla en interacción con el resto de las comunidades.
M: Cuando se aborda el fenómeno de las migraciones siempre existe una frontera que divide el lado de acá y el lado de allá. Y cuando se piensa dicha experiencia desde el lado de allá, usualmente, la primera tarea consiste en desplegar un complejo reacomodo de las fronteras nacionales para comprender cómo se reconfiguran las comunidades nacionales dentro de una comunidad mayor, la comunidad latina.
Has tocado un tema interesantísimo. Cuando el Programa surge, uno de los análisis que se hacía era cómo estudiar desde Cuba una realidad que no tenemos a mano. Y también nos preguntábamos qué podía diferenciar a este Programa de los tantos otros Programas y Centros de Investigación sobre chicanos y estudios latinos que existen en las universidades de Estados Unidos. Buscando esas respuestas, nos hemos dado cuenta de que el grano de arena que nosotros podemos aportar es tratar de visibilizar la interrelación entre país emisor y país receptor, que muchas veces desde esos programas se obvia, al analizarse sólo lo que está pasando en el último. Aun cuando el transnacionalismo sea la teoría más eficaz en los últimos años para explicar estos procesos, falta visibilizar lo que ocurre con esa familia que se queda, con esa comunidad que está al lado de acá, qué está pasando no sólo con las remesas monetarias y económicas, sino también con las remesas culturales que tanto influyen en las sociedades emisoras. Qué es lo que sucede con las comunidades locales del lado de acá del Rio Bravo, como nos gusta decir.
De hecho, un tema central para nosotros en los tres eventos internacionales que hemos realizado hasta ahora, ha sido el del retorno. Qué pasa con el retorno de esos migrantes y cómo esos temas eminentemente sociales se van cruzando con representaciones artísticas. Qué pasa con la literatura, las artes visuales o el cine, por ejemplo. Ese tipo de análisis son los que nos interesa privilegiar. Más allá de que evidentemente prima un análisis demográfico de tendencias migratorias, lo que más nos interesa es esa transdisciplinariedad que a veces falta en los programas de estudio y en los centros de estudio de las universidades norteamericanas.
M: Considerando, sobre todo, que el retorno y el exilio son temas recurrentes dentro de la narrativa caribeña…
Sobre todo, caribeña, aunque cada vez más de todos los latinos. Cada vez más el retorno es el ideal. No quiere decir que el 90%, ni siquiera un 80%, de los migrantes logren el retorno, pero siempre te hablan de eso, es una constante del deber ser del migrante. Pero claro, no se puede hablar en blanco y negro, no hay respuestas definitivas, ni definitorias en torno a los procesos migratorios y a su dimensión sociocultural que, además, ha sido muy poco estudiada. Esto, a pesar de que, por ejemplo, la gran Escuela de Chicago en los Estados Unidos, que fue fundadora de los estudios migratorios, ha atendido mucho esa dimensión sociocultural. Pero hay un momento, a finales de la década del 60, en que se empiezan a privilegiar otros temas más relacionados con los derechos de los migrantes −también porque el contexto lo exigía− y empiezan a existir menos investigaciones que desarrollen la dimensión cultural. No es una dimensión que se ciña únicamente a la representación artística, tiene que ver también con el idioma, las tradiciones, las costumbres, así como la tan mencionada y tan vilipendiada identidad. Tiene que ver, sobre todo, con privilegiar y visibilizar una dimensión simbólica que a veces parece mínima de la vida cotidiana y que, por lo general, los investigadores de los programas del centro desatienden.
Política de la “cuestión latina”
Javiera: Eso nos conduce al problema sobre cómo se impone una identidad de “lo latino” dentro de los Estados Unidos que opaca la heterogeneidad histórica, cultural y nacional de las distintas poblaciones migrantes. Me pregunto entonces por los modos en que se procesa, incluso en que se internaliza actualmente, esta construcción identitaria.
Que la identidad sea construida por el otro, no quiere decir que el chileno, el guatemalteco, el mexicano, el cubano, el puertorriqueño, el dominicano, cuando llegan a los Estados Unidos borran su identidad nacional e ingresan al saco de la falsa identidad panétnica. Hablar de comunidades latinas en plural es necesario porque cuando uno empieza a profundizar en este tema, se da cuenta de que esta identidad construida por el otro es asumida por los que aparentemente están en ese saco únicamente en relación con este otro. Pero, si ellos nada más huelen que ese otro es capaz de entender que no son un bloque homogéneo dejan a un lado la identidad latina e incluso defienden la identidad nacional. Algo que se observa incluso en tercera generación de migrantes.
Al Programa le interesa indagar en la diversidad que tienen estas comunidades. Nuestro próximo gran proyecto de investigación es pensar cómo la identidad latina también comporta la invisibilización no sólo las identidades nacionales, sino de esas otras identidades que están dentro de las comunidades. Estoy pensando en qué pasa con los afrolatinos: la gente negra dentro de esa comunidad latina, aquella que no es considerada por los Estados Unidos como latinos, porque para ellos todos los negros somos afronorteamericanos. Tales cruces nos interesan. También estoy pensando en los indígenas desplazados de los Estados Unidos, las grandes comunidades mayas en Los Ángeles, en fin. Esas personas, ¿dónde entran? El otro los ve como latinos, mientras que esos mayas ni siquiera se consideran guatemaltecos o mexicanos, se consideran mayas. Esto nos lleva a recordar que las fronteras nacionales en Latinoamérica también constituyeron procesos de invisibilización de esas identidades originarias.
Ahora hablamos de estas identidades particulares que tienen que ver con la nacionalidad, con la raza a nivel cultural o las “etnias”. Pero pensemos en las relaciones de género. Las comunidades chicanas han cumplido un papel importante dentro del desarrollo de las luchas feministas en los Estados Unidos; sin embargo, se conoce muy poco sobre ello. Existe una mujer como Gloria Anzaldúa, quien suele ser invisibilizada y que muy poca gente en el hemisferio sabe que parte de los logros que hemos tenido las mujeres y las personas que pertenecen a la comunidad LGTB, se lo deben a ella y, en especial, a que cuando escribió Borderlans/La Frontera: The New Mestiza no estaba hablando únicamente de la herida abierta que constituye la frontera México-Estados Unidos, estaba hablando también de las heridas que constituyen las fronteras entre homosexuales, heterosexuales, bisexuales, entre lesbianas, en fin. Tantas fronteras que se van desdibujando cuando decidimos hablar únicamente de latinos.
M: A propósito de eso, pensaba en cómo toda categoría identitaria despliega, al menos, dos posibilidades de articulación: desde arriba (desde el otro) y desde abajo (en este caso, desde los mismos migrantes). Pensaba, también, en cuando Stuart Hall historiza el peso político de la categoría de “negro” en los años setenta en Inglaterra y expone que dicha identidad traía consigo invisibilizaciones debido a que en gran medida el mecanismo de las identidades políticas apunta a unificar más que a dividir. Entonces, cómo podemos pensar los movimientos latinos en Estados Unidos desde esta perspectiva. ¿Qué invisibilizaciones estarían activas tras lo latino? ¿Cuál sería la deuda de esta categoría con otras identidades? Y luego, si es que observas que esta categoría se ha transformando o reemplazando con el tiempo.
Voy de atrás para adelante. Primero diría que no creo que haya nuevas categorías reemplazando a la categoría de latino. La categoría de latino sigue siendo, con todas las invisibilizaciones que trae, la menos conflictiva. Antes de latino se utilizaba la de hispanic. Cuando el estadounidense dice hispanic, lo hace en un sentido netamente peyorativo, es decir, está hablando de ese inmigrante ilegal, que no tiene cualificación para trabajar, que probablemente (estoy tratando de pensar desde lo que se ha descubierto como lo que comporta la categoría hispanic) llegue a robar el trabajo de los otros. De hecho, todos los movimientos anti inmigrantes en los Estados Unidos, entre ellos el mismo Donald Trump, no hablan de latinos, hablan de hispanic. Entonces, ¿qué es lo que ocurre con la categoría de latino?
La categoría latino surge en el gobierno de los Estados Unidos entre la década del 60 y del 70 en el contexto de los movimientos por los derechos civiles tanto de los negros como de los propios latinos. En especial, desde la comunidad chicana y también desde la comunidad puertorriqueña, muy importante en el Este de los Estados Unidos. Los Young Lords que eran jóvenes puertorriqueños, la mayoría de ellos negros, se vinculan con los Panteras Negras en tanto negros y, también, latinos. Allí es interesante ver cómo se cruzan esas invisibilizaciones de las que estamos hablando. Lo que pasa es que hoy ―y esto no es exclusivo de los latinos en los Estados Unidos, también ocurre con la comunidad afronorteamericana―, se habla de un proceso de empoderamiento de estas comunidades. Incluso se vanaglorian de haber tenido un presidente negro, lo que me parece realmente un paso interesante. Pero hay que ver, a nivel representacional, qué ocurre realmente con el presidente Obama, quien, a pesar de ser el primer presidente negro, es reconocido ampliamente por sus atributos blancos. Y con los latinos pasa exactamente lo mismo, considerando que el 90% de los que han llegado al poder pertenecen a clases sociales altísimas en las que ese cruce entre etnicidad y estructura social borra de a poco la impronta de clase que pudiera tener el ser latino en los Estados Unidos.
Luego, podemos pensar en Marco Rubio, un cubano de segunda generación que nunca va a poder ser identificado como un representante de la comunidad latina, en gran medida, porque es cubano. Eso también es toda otra historia: debido a la Ley de Ajuste Cubano y a los privilegios que han tenido al llegar, los migrantes cubanos en los Estados Unidos, no son considerados por el resto de los latinos como latinos. Esto, porque evidentemente las luchas de esas comunidades latinas no son las luchas de la comunidad cubana o de la mayoría de la comunidad o de buena parte de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Vamos a pluralizar en ese sentido. Yo creo que no, que ahora mismo no hay una mejor categoría para denominar a esas comunidades. Por eso Cristina Beltrán en su libro El problema de la unidad: política latina y la creación de identidad[2] apunta a que la categoría latino es asumida por la comunidad chicana y puertorriqueña en los 60 y 70 en un momento preciso: cuando estaban luchando por una representatividad política, y no era políticamente adecuado hablar desde las particularidades de la comunidad, porque eso les restaba como movimiento. [Las comunidades nacionales] eran menos a la hora de atender un derecho, pero cuando decías latino, tenías un mayor cúmulo de gente al interior de esa protesta, de esa petición. No obstante, eso que en aquel momento fue una necesidad política, y hablaba de un activismo político y social se ha ido desvaneciendo, entre otras cosas porque la categoría de lo latino ha sido robada por la industria del entretenimiento. Ahora se habla de música latina, a veces para escuchar cosas que no tienen nada que ver con la cultura latinoamericana y caribeña. Pero ellos dicen que la música latina, el cine latino, es rebelde. Entonces esa categoría que antes comportaba un activismo de pronto trae otras semantizaciones en su interior. Incluso yo diría que trae consigo niveles de altísimo exotismo.
M: Todo movimiento político trae consigo narrativas, mitos o figuras que reaniman la pertenencia a una comunidad. Por ejemplo, la escena que se desarrolla en el Caribe anglófono en los años cincuenta, esa una generación de intelectuales que migró a Inglaterra convirtiéndose en un referente que alimenta toda una narrativa posterior sobre el exilio intelectual. ¿Cuáles serían las figuras o referentes del movimiento latino?
Bueno, ya la mencioné antes, pero Gloria Anzaldúa es un hito no sólo para la comunidad latina, sino también, más ampliamente, para los estudios poscoloniales y decoloniales, central en el pensamiento de articulación de esas relaciones entre país emisor – país receptor en, por ejemplo, la comunidad chicana. Estoy pensando incluso en personas que no han sido visibilizadas en esa construcción de pensamiento, pero que han sido motores fuertes desde otras áreas. Por ejemplo, Luis Valdés, que está considerado como el padre del teatro latino en los Estados Unidos a pesar de que sí hubo teatro latino antes de él. Y, entonces, ¿por qué es considerado Luis Valdés el padre del teatro latino en los Estados Unidos? Porque Luis Valdés es reconocido dentro del movimiento chicano. De hecho, el fundador del movimiento chicano le pide a Luis Valdés que redacte el Plan de Verano que es el manifiesto de lucha del movimiento chicano. Le pide, además, que cree un grupo de teatro que ayude a las comunidades de campesinos cuya única preocupación es que la “migra”[3] no los agarre y que puedan conseguir plata del trabajo que están realizando. Entonces, el movimiento chicano le pide que cree un grupo de teatro que no sólo entretenga a esos campesinos, sino que a través del teatro muestre cuáles son las principales reflexiones o líneas rectoras de ese movimiento chicano.
Otra figura importante es Julia de Burgos, un hito en la literatura, pero también un hito para el canto liberador de la mujer latina en los Estados Unidos. Si seguimos pensando dentro de la comunidad puertorriqueña, los poetas newyoricans son parte de una manifestación identitaria que no es puertorriqueña ni estadounidense: es bilingüe, spanglish y, por lo mismo, discriminada tanto por el estadounidense como por el puertorriqueño de la isla. Pienso también en alguien que acaba de morir, Juan Flores, un hito si queremos pensar en alguien que haya sido de los primeros en hablar de estas invisibilizaciones de las que estamos hablando ahorita. A su vez, Juan y Myriam Jiménez son creadores del movimiento afrolatino dentro de los Estados Unidos, los primeros en hablar de que dentro de las comunidades latinas existe una identidad que proviene del ser negro o negra. Si tuviera que pensar en las comunidades cubanas, bueno, Lourdes Casal, indiscutiblemente, sobre todo porque es la persona que acerca a esos cubanos con Cuba tras la idea del retorno. Ella además funda el Grupo Areito que, a nivel de pensamiento social y cultural, es de los más grandes.
Pero están también todos esos hitos que van ocurriendo día a día y que son, como me gusta decir, los héroes y las heroínas anónimos. Entonces estoy pensando en una Frances Aparicio, importantísima analista cultural, que está dentro de una de una universidad que es casi Ivy Leag, Northwestern, pero es asimismo una de las universidades más de izquierda dentro de los Estados Unido. Frances ha sido una de las promotoras de la fundación de una asociación de estudios latinos dentro de ese gran corpus que componen las universidades de los Estados Unidos.
Ocurre que si se comparan esos hitos caribeños con los hitos de la comunidad latina estos son más recientes, casi todos los nombres que estoy manejando vienen desde la década del sesenta para acá porque es el momento en que hay una mayor explosión. Hay muchos otros hitos, por ejemplo, los Young Lords lo son dentro de las comunidades de latinos en los Estados Unidos, por lo que representaron, por las alianzas que lograron construir. En este caso, pensar en hitos únicamente en torno a una figura no funciona mucho, porque en las comunidades latinoamericanas de los Estados Unidos hay mucha movilización a partir del eje comunitario.
Young Lords (Nueva York, 1969)